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Mundo insólito – Afrodisiacos a la carta

(CRHoy.com) – En su desesperación por encender el apetito sexual, a lo largo de la historia el hombre le ha atribuido poderes afrodisiacos a todo cuanto se le ha ocurrido ensayar, no sin llevarse, por supuesto, sus buenos chascos. Chascos como el de que nada de lo que pruebe le funcione a la hora de […]

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Retrato de Giacomo Casanova (1760), por Anton Raphael Mengs.

(CRHoy.com) – En su desesperación por encender el apetito sexual, a lo largo de la historia el hombre le ha atribuido poderes afrodisiacos a todo cuanto se le ha ocurrido ensayar, no sin llevarse, por supuesto, sus buenos chascos.

Chascos como el de que nada de lo que pruebe le funcione a la hora de la hora, o bien como el que vivió el emperador Calígula por goloso en las artes amatorias.

Sucede esto desde la noche de los tiempos cuando en los papiros egipcios se mencionaba ya toda suerte de ungüentos y bebedizos para lograr una buena erección, o en el mismo Génesis donde la menta, por ejemplo, era tenida como un eficaz detonante sexual para los recién casados o amancebados.

Si bien los mariscos encabezaron por mucho tiempo su fama de afrodisiaco durante la antigüedad, se tratara de ostras, almejas u otros bivalvos marinos, las cebollas, el ajo y el rábano no se les quedaron muy a la zaga en la Edad Media.

Y los garbanzos, y las lentejas… La lista es infinita. Se daba el caso de brebajes mágicos que, según la leyenda, le permitieron a Hércules desflorar cincuenta doncellas en una sola noche.

Casanova, famoso también por sus interminables maratones sexuales, recurría también a una ensalada explosiva con todo tipo de ingredientes que incluida salvia, menta, cebolla, huevos, caviar y trufas.

Este multifacético personaje reveló en su libro haber seducido a unas 132 mujeres merced a su buena apariencia, simpatía, labia y habilidad para dirigirse a ellas. Y bueno…gracias también a su conocimiento secreto de lo oculto y la alquimia.

En fin, que el hombre se ha tragado todo lo que ha podido en su afán de lograr el objetivo de una erección digna o, todavía mejor, descomunal, así haya tenido que incorporar en su dieta platos tan excéntricos como criadillas de toro, pene de león y hasta sangre menstrual.

Todo un círculo vicioso porque cuanto más fallaba en sus escabrosas pruebas, tanto más las empeoraba consumiendo, por ejemplo, infusiones de sapo, escamas de dragón y jugos corporales de diversos animales como bilis de oso, para no mencionar el polvo de momia.

Por dicha han existido también opciones mucho más potables y bajables como el azafrán, el apio, la canela, el anís, el jengibre y su primo hermano el ginseng, aunque no falte en nuestro tiempo quien se atreva por ahí a un plato de huesos de rana.

Sin embargo, la duda persiste pues si al menos uno de todos estos supuestos afrodisiacos fuera realmente bueno, no existirían tantos.

Según los invesigadores, los afrodisiacos que sí parecen tener un efecto comprobado es la yohimbina y la cantaridina, aunque esta última mortal cuando se consume en exceso.

Si no que lo diga nuestro Calígula quien murió por abusar de las pócimas venenosas de polvo de cantáridas que le preparaba su propia esposa para procurarse un sexo feroz a la hora que fuera.

Definitivamente el emperador nunca leyó a Hipócrates quien desde el siglo V antes de Cristo lo había advertido.

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