Viernes negro: dos realidades de la misma Costa Rica
La lluvia no paró ni siquiera después de que el huracán Otto dejó una andanada de destrucción a su paso por la zona norte del territorio costarricense.
La noche del jueves los habitantes de los cantones fronterizos con Nicaragua vivieron una pesadilla protagonizada por un fenómeno natural implacable: un huracán que aún después de convertido en tormenta tropical inundó sus casas y debilitó sus ánimos.
Para ellos, la mañana siguiente fue la de un viernes negro. Negro por el dolor, la miseria, el hambre, la incertidumbre, el frío y la impotencia.
Damnificado de Otto: “Solo quiero llorar, es el esfuerzo de toda mi vida”
Oscuro a pesar de que muchos costarricenses se volcaron en donativos con el primer llamado para ayudar a los damnificados, tal y como la Cruz Roja lo reseñó a lo largo del día.
Calles intransitables, filas para comer algún bocado y cansancio.
Un país de luto, como lo expresó el propio presidente Luis Guillermo Solís, al referirse a la confirmación de las primeras víctimas mortales, que por la noche ya se contabilizaban en 8.
La zona golpeada por Otto es donde se ubican algunos de los cantones con menor riqueza en el país, así como aquellos que tienen menor desempeño en el Índice de Competitividad Cantonal.
La otra Costa Rica
A unas cuantas decenas de kilómetros, en el centro del país la realidad del mismo viernes fue diferente para algunos.
También hubo calles intransitables, filas para comer algún bocado y cansancio. Pero el motivo fue diametralmente distinto: se trató de un viernes negro lúdico. De compras y descuentos. De aspiraciones y satisfacciones.
Los centros comerciales del centro del país, aún pese a avisos de cancelación de actividades por el anunciado paso de Otto, fueron inundados por clientes que aprovecharon la fiesta de rebajas de la fecha, una “tradición” importada hace menos de una década.
En el centro del país, cerca de la capital, es donde precisamente se ubican las poblaciones con mayor poder adquisitivo.
Así pues, fue un día para cargar bolsas. En un lado del país con ropa y alimentos no perecederos. En el otro con compras a veces no tan pensadas.
Solidaridad presente
La realidad en los pequeños burgos comerciales no necesariamente fue un reflejo de falta de solidaridad. De hecho no lo fue.
Muchos de quienes tienen suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades menos básicas hicieron su aporte para los necesitados. También lo hicieron personas con menos recursos, pero con ganas de ayudar.
En la sede principal de la Cruz Roja quedó evidenciado. Cientos de voluntarios acomodaban en un centro de acopio la comida y otros productos que serán enviados a las zonas afectadas.
Ticos solidarios envían donaciones y también sonrisas
Luis Ángel Jiménez, un cruzrojista de larga data, relató a CRHoy.com que la llegada de donativos no se había detenido en los últimos días.
Aún es difícil cuantificar cuánto ha llegado, pero se cree que es lo necesario para suplir las necesidades primarias de quienes lo perdieron todo.
Lo cierto es que pese a la solidaridad, la riqueza y la pobreza tuvieron su momento de manifestación bajo un mismo concepto.